Sheinbaum, oportunidad perdida
Opinión
La primera pregunta en torno a la convención anual de banqueros era si la presidenta Claudia Sheinbaum acudiría a la cita con un gremio señalado como “fifí” y duramente estigmatizado como parte de la “mafia del poder” a la que “ya saben quién” satanizó como parte de su estrategia para llegar al poder.
Una segunda duda, ya en el gran salón del hotel en Nuevo Vallarta -ostentosa propiedad del empresario consentido de la 4T- fue si la mandataria con A se atrevería a hablar del Fobaproa de frente a los hombres del dinero. No lo hizo ahí, pero sí retomó el tema (y las mentiras sobre el rescate bancario) al día siguiente, ya en su territorio marcado de Palacio Nacional.
La tercera interrogante tenía que ver con la tónica del mensaje presidencial, y no hubo sorpresa: fue un soliloquio digno de cualquier mañanera, lleno de verdades a medias, mentiras completas y carente del más mínimo sentido de autocrítica: la economía es sólida, aunque estemos enfrentando una crisis fiscal; el PIB sí avanza poquito, a pesar de que en realidad el crecimiento esté detenido…. En fin, nada nuevo.
Claro: nadie esperaba que Sheinbaum anunciara la cancelación de la Reforma Judicial con todo y la farsa de un proceso electoral en ciernes. Tampoco los convencionistas se recetaron un largo discurso esperando una convocatoria para que el capital privado regrese al sector energético.
Pero la presidenta desaprovechó, a mi juicio, una oportunidad. La de transmitir empatía y cercanía con un gremio vital para que su gobierno aspire a algo más que puros anuncios y fotografías de relumbrón. Los bancos no abrirán por decreto la puerta al crédito empresarial, pasmado ante la incertidumbre propiciada no solo por las locuras del presidente Trump y su guerra comercial, sino por decisiones internas de un gobierno que desprecia la competencia económica, la disciplina fiscal, la transparencia y rendición de cuentas, y los contrapesos constitucionales.
Por más que el secretario de Hacienda le diga a su jefa que México no sufre una recesión, sino un “crecimiento moderado”, la realidad se impone y se impondrá, aunque los banqueros exijan en la mañana que no se manipule la deuda pública y en la noche simplemente aplaudan y callen.
Esa realidad que no cambiará, aunque Sheinbaum no se refiera con lugares comunes al Fobaproa en la convención de banqueros, y sí lo haga unas cuantas horas después en el Salón Tesorería.
La presencia presidencial en el aquelarre financiero finalmente es gatopardismo: el supuesto cambio para que todo siga igual.
En fin.