La 4T: igual de rateros…pero “salpican”
Opinión
Como el cauce del Río Cazones ante el temporal, crece rápidamente el caudal de escándalos por la brutal corrupción de personajes vinculados al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, a Morena, a Claudia Sheinbaum y en general a la mal llamada Cuarta Transformación.
Uno a uno, cada personaje señalado sale con la misma baba de perico: que es una campaña de la derecha para desprestigiar al gobierno, o que los poderosos están enojados por haber “perdido privilegios” y ahora se desquitan. Seguros de que los arropa el manto de impunidad tendido desde Palenque hasta Palacio Nacional, los morenistas niegan que estuvieron en la fiesta, aunque sus calzones sean exhibidos llenos de confeti.
Mientras Adán Augusto reclama su derecho de hacer negocios al amparo del poder, Pío López Obrador clama que 13 ranchos son producto de su trabajo, que “casualmente” desarrolló arduamente durante el sexenio de su hermano. Si Andy López Beltrán alega que su cansancio laboral crónico justifica un viaje de lujo a Japón, Rocío Nahle regaña periodistas que osan mostrar sus pillerías, su indolencia e incompetencia.
Las maromas chairas renombran las inundaciones y las llaman encharcamientos; las desapariciones son ahora “personas no localizadas”; huachicol fiscal debe decirse “contrabando ilegal” (¿hay legal?). La líder de Morena desconoce a los pillos de su propio partido, aunque haya videos de estos portando chalecos, guindas o hasta en campaña con la hoy presidenta.
El vocero morenista Arturo Ávila culpa a Azucena Uresti del desastre de la 4T; Dolores Padierna reconoce que sí aumentó la deuda, pero “poquito”, aunque se haya duplicado en 7 años. En fin, un festival de justificaciones, verdades a medias, mentiras completas y absurdas y falsas disertaciones.
Pero para mí lo más sorprendente es que cuando todo lo anterior ya no es suficiente, siempre se tiene el recurso de culpar al pasado, siempre y cuando este se brinque los 6 años anteriores. Aunque se hubiera prometido un cambio rápido y virtuoso, el sexenio obradorista simplemente no alcanzó.
De risa.
Ante el balconeo del robo a la hacienda pública, del conflicto de interés, de las licitaciones arregladas, del nepotismo y la corrupción, la única justificación que queda es que no es la primera vez que eso sucede. ¿Dónde estaban cuando hacían lo mismo los priístas o los panistas?, nos reclaman.
E inmediatamente después, la joya de las maromas: “pero nosotros distribuimos la riqueza nacional entre la población”. Y viene el cuento de que los programas sociales propiciaron igualdad social y económica (a costa, claro, del fisco hoy quebrado).
O sea. La pandilla acorralada reconoce que son igual de rateros que los de antes, pero no se quedan con todo, sino que “salpican”. Vaya consuelo, porque es obvio que su voracidad devora mucho más, y se oculta en una beca o pensión, pero también en que las ciudades y carreteras estén despedazadas, las medicinas no lleguen a los pacientes y la naturaleza nos agarre con los dedos en la puerta del dispendio y del austericidio.
Pobre México, gobernado por falsos (y muy ricos ya) Robin Hoods.