Las consecuencias del despropósito
Opinión
Desde pequeña, mi hija escuchó que en este mundo no hay nada gratis, y que si de repente se cree estar ante una oportunidad que pareciera fuera de la realidad, lo más probable es que se trate de un embuste, así que lo menos por hacer dejarlo pasar o averiguar muy bien antes de caer en el engaño.
Desde aquellas “pirámides” para multiplicar dinero, hasta las tasas de interés exorbitantes que siempre terminan en una burbuja reventada que destruye patrimonios familiares enteros, todo tiene un denominador común: el deseo o la ambición y la avaricia, la aspiración legítima o la franca y desesperada necesidad, que no son buenos consejeros para tomar decisiones de vida.
Los estafadores privados son eso, pero los funcionarios públicos que engañan con dinero ajeno son mucho peores, porque lucran política y económicamente con recursos cuya propiedad se diluye entre millones de contribuyentes cautivos que poco o nada dicen al respecto.
Una de las características del populismo es justamente vender esperanza con lo que no es propio, y que suponen es infinito por provenir de las gigantescas arcas nacionales. Sí, el multimillonario presupuesto gubernamental puede agotarse fácilmente, como ya sucedió varias veces durante el siglo pasado, en una larga fiesta que nos llevó a muchas crisis de cruda realidad.
Hoy, quienes llegaron a manejar el destino de México con el voto de los que estaban hartos del despilfarro, lo volvieron a hacer y -en tan solo 6 años- vaciaron las alforjas de la Nación.
Es casi de sentido común: si de lo que se trataba es de regalar dinero sin propósito alguno más que generar lealtad electoral, o de despilfarrar recursos en obras de relumbrón, ¿por qué cuando se hizo antes fracasó? Fácil: porque no se necesitaba ser un sabio para concluir la inviabilidad de tales acciones, salvo que se estuviera dispuesto a dejar a la deriva servicios esenciales de salud, educación y seguridad pública, por decir lo menos.
Ni los programas sociales vigentes han sacado de la pobreza a quienes los necesitan ni las absurdas instalaciones construidas por la mal llamada Cuarta Transformación sirvieron para un carajo: ni se resolvió el problema aéreo del centro del país, ni se mejoró el sistema de salud, ni nuestros estudiantes están mejor preparados, ni se combatió con eficacia al crimen organizado, ni logramos la farsa de la soberanía energética. Vaya, ni siquiera se siguieron garantizando derechos esenciales ya ganados como la libertad de expresión, la democracia electoral o la seguridad de una gestión judicial pronta, justa y expedita.
Y este fin de semana, otra más. Al capricho de construir un inoperante AIFA y de enviar ahí por decreto operaciones aéreas, llegó la consecuencia: las autoridades aeronáuticas estadounidenses, las mismas que nos quitaron la categoría 1 de seguridad aérea que ahora podemos volver a perder, anuncian represalias contra México por haber torcido la mano del mercado en materia de transporte de personas y carga.
No entienden. Ya tuvimos cifras récord de asesinatos violentos; ya entregamos el poder a los malandros; ya murieron 800 mil mexicanos por COVID; ya volvieron a las calles los maestros revoltosos; ya estamos a punto de perder el grado de inversión; ya somos de los países que crecen menos; ya volvimos a quebrar las finanzas públicas; ya los gringos nos agarraron de piñata.
¿Qué más? ¿Hasta cuándo?
Creo que debemos mandar a la Chingada a mucho más que una persona. A un modelo, al despropósito, a la necedad.