Adán Augusto, un cadáver viviente
Opinión
¿Habrá creído Adán Augusto López Hernández que en verdad podría haber sido presidente de la República?
Porque a pesar de que desde el principio fue obvio que para Andrés Manuel López Obrador su única opción sucesoria siempre fue Claudia Sheinbaum, el hoy senador en desgracia dejó la Secretaría de Gobernación, hizo campaña por todo el país y gastó en ello millones de pesos cuyo origen ahora se está develando.
Si hizo todo eso para encarecer su posición política y el premio por ello, olvidó no maltratar a quien hoy es presidenta. Y si de verdad pensó en ganarle, pues la maltrató como a cualquier otro adversario. De cualquier forma, hoy paga las consecuencias.
No hay manera de pensar que la denuncia del actual gobernador de Tabasco, Javier May en contra de Hernán Bermúdez Requena o la detallada información fiscal sobre los ingresos de López Hernández fluyeran sin la venia de AMLO, de Sheinbaum o de ambos.
¿Se creyó Adán Augusto más de lo que su “hermano” López Obrador quería de él? Ciertamente, no fueron menores sus gestiones para conseguir la mayoría calificada de Morena en el Senado y con ello consumar la perniciosa Reforma Judicial obradorista, ni su perversa conducción de la bancada guinda en la Cámara Alta.
¿Cuáles eran los alcances de su pacto con Palenque? No lo sé, pero al llamado “vampiro tabasqueño” le llegó el agua a los aparejos con el escándalo de su colaborador Bermúdez Requena, en prisión por crimen organizado, y la revelación (hecha en Televisa en horario estelar) de sus ingresos durante los últimos años del gobierno federal anterior.
Es obvio que la intención es deshacerse de él, pero también lo es que hay una orden superior para que su sacrificio sea un puente de plata (una embajada, quizás) y que este no incrimine al propio expresidente, a sus hijos o a más personajes de la cúpula del poder en nuestro país, hoy manchados por la corrupción que supuestamente había sido erradicada.
Sin sorpresa he leído la versión de que las largas escalas del avión que trajo a Bermúdez Requena de Paraguay a México, se debieron a la organización de un encuentro entre el imputado, su jefe Adán Augusto y el propio López Obrador. El aquelarre secreto habría tenido lugar en Tuxtla Gutiérrez, donde se pactaron las condiciones de entrega, declaraciones ministeriales y control de daños de este vergonzoso episodio.
Unos días después, a pesar de declarar que se quedará en la coordinación de los senadores morenistas, el otrora hombre fuerte del obradorato es un cadáver político cuyo único destino posible podría ser la embajada de México en Cuba, donde viviría un exilio no precisamente dorado (como el de López Gatell en Ginebra), pero sí a salvo del escándalo y de la cárcel.
¿Claudia Sheinbaum consumará así su venganza sin romper con quien la impuso y a quien le debe ostensible lealtad y obediencia?
Lo sabremos pronto.